Mientras todo funciona, no parece urgente. Pero cuando algo se rompe —y en internet, tarde o temprano pasa—, el tiempo que tardes en reaccionar puede marcar la diferencia entre un pequeño susto y una crisis real.
Muchas empresas no tienen ningún tipo de protocolo frente a caídas, errores técnicos o problemas de seguridad.
El resultado: el día que la web se cae, nadie sabe a quién llamar, no se encuentra el contacto del proveedor, el desarrollador que la hizo ya no está disponible o se pierde tiempo valioso revisando correos antiguos para ver “quién la lleva ahora”.
Mientras tanto, la web sigue caída, los formularios no llegan, los anuncios siguen activos, y los clientes ven una página en blanco o un mensaje de error.
Lo ideal es tener identificada a la persona o al equipo técnico que puede actuar, tener acceso centralizado a los datos críticos (hosting, CMS, correos, etc.) y contar con una guía básica para saber qué hacer ante los problemas más comunes.
No hace falta tener soporte 24/7, pero sí estar preparado para reaccionar con agilidad. Porque improvisar en un entorno digital puede salir caro: se pierden oportunidades, confianza y, en muchos casos, dinero. Y lo más frustrante es que casi siempre se podría haber evitado con un poco de previsión.